En algún momento de nuestra niñez, la influencia de los adultos de nuestro entorno, condicionaron de alguna forma nuestra existencia. Actualmente somos lo que somos, gracias a las experiencias y hábitos que adquirimos durante esa etapa tan importante de la vida como lo es la infancia. Cada quien vive la niñez de forma diferente, pues según nuestro hogar, entorno o vivencias, creamos sentimientos que se aferraran en nosotros y aunque crezcamos están allí ocultos, esperando manifestarse en momentos específicos. En nosotros guardamos heridas que aunque seamos adultos y pensemos “de pequeño tenia temor a…, pero ya no”, siguen presentes a la espera del momento oportuno para revivir ese instante o temor.
Sanar esas heridas adquiridas en la infancia implica que ahora
como adultos busquemos dentro de nosotros los momentos, etapas o instantes que
dejaron marcas, heridas o temores, que
condicionan ahora nuestra evolución como adulto. Autodescubrirnos es un
ejercicio muy especial que nos ayudara a trabajar con nuestro niño interior; sanarlo, cuidarlo, amarlo y ayudarlo para que
sea capaz de avanzar en la vida.
Nuestros logros o fracasos, tienen un origen y es nuestro deber
buscar y encontrar los “porqué” de cada uno. Si sentimos que no somos felices o
que no podemos tener lo que realmente deseamos a nivel personal, profesional o sentimentalmente se
debe a los temores, miedos, traumas o
fracasos de nuestro niño interior.
Uno de los pasos más
importantes que debemos realizar es darle confianza y seguridad a nuestro niño
interior, sobre todo si en algún momento se sintió solo, triste o hasta
abandonado, esperando que alguien lo ayudara o salvara de ese trauma en que vivía.
Perdonemos a los adultos que nos dañaron, diciéndole a nuestro niño interior
que, esos seres también en alguna oportunidad fueron dañados de alguna forma en
sus niños interiores y que exteriorizaban en nosotros las experiencias que
vivieron, perdonémosle de corazón, y tomemos de la mano a nuestro niño interior,
que necesita sentirse seguro, necesita saber que estamos allí para protegerlo,
cada vez que reviva las experiencia
nocivas del pasado.
Con seguridad nuestro adulto vivirá un sinfín de emociones
mientras tratamos de sanar a nuestro niño interior. La tristeza nos invadirá o simplemente lloraremos al recordar los daños
vividos, pero esa será la mejor reacción que podamos tener, ya que liberaremos
a nuestro ser del peso negativo que tenia o sentía. O por el contrario tal vez el primer
sentimiento que experimentemos sea de rabia o enojo, lo que igualmente, al final
nos llevará a sentir tristeza, desánimo o consternación.
Aliviemos de las tristezas el corazón de nuestro niño interior,
borremos de su entorno todos los sentimientos de inferioridad, frustración o
limitaciones, sanemos la vida de nuestro niño interior y sanaremos a nuestro
adulto. Es importante saber que no siempre el que se muestra enfermo o aquejado,
por una u otra causa sea nuestro niño interior, tal vez sea nuestro adolescente
interior, el cual debemos sanar igualmente.